Y
allí estaba yo, en medio de todos esos gritos que no cesaban. No podía creer lo
que estaba viendo. No daba crédito a todo lo que estaba pasando.
Comencé a pellizcarme deseando que
todo fuera un sueño, que no estuviera pasando nada. Que no se estuvieran llevando
a mamá, que ese camión lleno de gente no estuviera zarpando hacia el Capitolio.
Pero por más que deseaba que todo fuera un sueño, no lo era. Se estaban llevando
a mamá y yo no podía hacer nada para impedirlo. Nadie podía.
El Distrito estaba sumido en el caos.
Las mujeres corrían a esconderse en sus casas con sus hijos. Los hombres
intentaban derribar a los agentes de la paz. Y los niños lloraban
desesperadamente. Todo era caótico, agentes de la paz disparando a todo aquel
que intentaba acercarse al camión, decenas de heridos tirados por las calles,
niños sin saber a donde ir. Todos los ciudadanos del Distrito intentamos
detener ese camión, pero por más que lo intentamos, no lo conseguimos.
Todo empezó a dar vueltas a mí
alrededor, todas esas trágicas escenas llenas de llantos y gente intentando
derribar a los agentes de la paz comenzaron a dar vueltas. Y de pronto todo
desapareció.
Todo se volvió negro. Luego empezó a
surgir una extraña luz blanca, hasta que el lugar se transformó en un campo de
margaritas. Y allí, a lo lejos, estaba papá. Corrí a abrazarle. Notar sus
fuertes brazos sujetándome me hacía sentir segura, me producía tranquilidad.
Era una pradera que se encontraba detrás de la valla del distrito. A lo lejos
había un gran lago lleno de patos. Papá me llevo hasta él y me dio un trozo de
pan. Luego, como solía hacer cuando era pequeña, le di de comer a los patos.
Era una hermosa sensación. Hacía tiempo que no me sentía tan bien, tan libre.
Estaba con papá, papá había vuelto y con él había traído mi libertad. Todo era
tan bonito. Pero de pronto, todo se desvaneció.
-¿Stef? ¿Steffi? ¿Stephanie?- Me
susurraba Sophie, mi hermana.
-¿Sof?- Contesté. Me encontraba tirada
en el suelo de la plaza. Tanta tensión había hecho que me desmayara.
-Stef, ¡Se han llevado a mamá! ¡Se la
han llevado!-Gritaba mi hermana. Tenía la cara llena de lágrimas. Estaba
destrozada.
-Sof, tranquila- Le decía, intentando
calmarla.
Aunque la verdad es que yo tampoco
estaba tranquila. Estaba destrozada. Se acababan de llevar a mamá, como habían
hecho con papá. Y yo no pude impedir que sucediera. Fui una cobarde. En vez de
luchar por el Distrito, me quede quieta, en estado de Shock. Pero ahora ya no
había tiempo para lamentarse, tenía que ser fuerte. No podía permitirme el lujo
de llorar y lamentarme. Tenía que ser fuerte. Por papá, por Mamá, por Sof.
2 comentarios
Hola Iria!!!
ResponderEliminarEsta muy bien, deseo el próximo
Gracias:) A mi me encantaron los tuyos muchiisimo:)
EliminarHoli, gracias por pasarte a comentar en nuestro blog. Te queremos querido lector